El DNI no mete asistencias: Marcelinho Huertas, MVP de la ACB con 42 años, sigue repartiendo magia con Shermadini como su mejor socio. Un artista que se gana el aplauso de cualquier amante del baloncesto, sin importar el escudo.
En un mundo que cada vez valora más la inmediatez, donde los proyectos se miden en likes y la juventud se convierte en moneda de cambio, Marcelinho Huertas ha decidido frenar el reloj. Y no solo eso: ha conseguido que el reloj juegue a su favor. A los 42 años, el base brasileño ha sido nombrado MVP de la Liga ACB, coronando una temporada sencillamente mágica. No es casualidad. No es nostalgia. Es pura realidad.
Porque en la ACB se corre, se salta, se machaca. Pero también se piensa. Y ahí, en esa media distancia del baloncesto cerebral, fluido y artístico, Huertas sigue siendo un faro. La edad no es una losa para él, es un marco. Una obra maestra no se desvaloriza con el tiempo: se convierte en leyenda.
Director de orquesta
Marcelinho ha liderado, una vez más, a La Laguna Tenerife con la batuta de siempre: su talento. En un equipo que no tiene el mayor presupuesto, ni la plantilla más mediática, él ha conseguido que el juego fluya como una sinfonía. Asistencias imposibles, cambios de ritmo que solo existen en su cabeza y una conexión con sus compañeros que roza lo telepático.
Y si hay una pareja que ha brillado como pocas, esa es la que forma con el georgiano Giorgi Shermadini. Lo de estos dos no es baloncesto. Es danza. Un pick and roll convertido en poesía, un entendimiento que trasciende esquemas. Cuando Huertas bota y Shermadini bloquea, se puede oír la respiración contenida de los defensores. Porque saben que, hagan lo que hagan, ya es tarde.
La dupla más veterana del campeonato sigue siendo también la más efectiva. Huertas encuentra a Shermadini como quien enciende la luz al entrar en casa: sin mirar. No necesita buscarle. Sabe dónde está. Lo que hacen juntos es arte, y como todo arte verdadero, emociona.
El DNI no entiende de talento
Es tentador mirar el número ‘1983’ junto al nombre de Marcelinho y pensar que hablamos de un jugador de otra época. Pero eso es un error. El DNI sirve para renovar el pasaporte, no para medir el talento. Y si algo ha demostrado el brasileño este año es que lo suyo no es una cuestión de pasado, sino de presente absoluto.
Sus estadísticas lo confirman: líder en asistencias, con porcentajes de tiro dignos de un escolta tirador, y una presencia en pista que multiplica el valor del colectivo. Pero más allá de los números, lo que deslumbra es su impacto emocional. Cada balón que pasa por sus manos adquiere intención, cada decisión que toma está construida con la serenidad de quien ya ha vivido todo… pero aún tiene hambre.
En una liga plagada de jóvenes promesas, Marcelinho se impone con la tranquilidad del sabio. No necesita correr más que los demás, porque ya ha aprendido que el secreto está en llegar antes. Y él siempre llega antes. A la jugada, al pase, a la idea.
Un MVP de leyenda
Cuando se anunció su nombre como MVP, no hubo debates. Solo aplausos. Porque lo que ha hecho Huertas esta temporada va más allá del rendimiento individual. Ha mejorado a su equipo, ha enseñado el camino a los jóvenes, y ha recordado a todos que el baloncesto sigue siendo, ante todo, un juego de inteligencia.
El premio no solo reconoce su rendimiento estadístico. Reconoce su legado. Es un homenaje en vida a un jugador que ha sido referente en España, Europa y su Brasil natal. Un tipo que nunca necesitó un mate espectacular para llenar un pabellón. Le bastó con una finta, un pase sin mirar, un alley-oop perfectamente medido.
Y lo más increíble de todo es que no parece que tenga intención de parar. Porque mientras su cuerpo le siga permitiendo convertir ideas en asistencias, él seguirá en la cancha. Con la camiseta amarilla, la mirada tranquila y esa sonrisa de quien sabe que está donde quiere estar. Solo hay que ver su estado de forma y su estilo de vida, ejemplo para jóvenes y para todo el mundo de que cuidándose y mezclando cerebro con pasión se puede alargar la carrera de un deportista profesional hasta ser MVP con 42 castañas.
Más allá de los colores
Es difícil no emocionarse viendo jugar a Marcelinho. Aunque no seas del Tenerife. Aunque tu corazón sea blaugrana, blanco, verdinegro o baskonista. Porque Huertas no juega solo para ganar. Juega para hacer que el baloncesto se vea bonito.
Cada temporada que sigue en activo es un regalo. Y este MVP es un recordatorio de que, en el deporte, todavía hay espacio para las historias con alma y esta, lo es. También es una historia de justicia cuando en anteriores clubes no lo quisieron renovar aludiendo a su edad o a que “sus mejores partidos ya los había dado”. Que aún existen los jugadores que no solo suman puntos, sino que construyen legado. Que todavía hay magos que no necesitan chistera: solo una pelota y un poco de espacio.
Si eres aficionado del baloncesto, tienes que agradecer haber vivido en la era de Marcelinho. Porque lo suyo no se repite. No hay cantera que enseñe esa visión. No hay entrenador que diseñe esa pausa. Lo de Marcelinho es un don. Y cuando ese don se alinea con la pasión y el trabajo, ocurren milagros. Como ganar un MVP a los 42.
Datos que no mienten
En la Liga Endesa, promedió 14.0 puntos, 2.1 rebotes y 6.6 asistencias en 32 partidos jugados con una media de 23.8 minutos en cancha.
En la Basketball Champions League, Huertas también demostró su valía, promediando 15.9 puntos, 1.7 rebotes y 6.7 asistencias en 12 partidos, con una media de 26.4 minutos por encuentro. Su precisión en los tiros libres fue excepcional, con un 97.1% (34 de 35 intentos). Además, el 9 de marzo de 2025, rompió récords históricos al lograr 19 puntos y 15 asistencias en un partido de la Liga Endesa, siendo el jugador más veterano en conseguir 15 asistencias y el único en la historia de la competición con 10 o más asistencias en diez partidos desde que cumplió los 40 años.
Una despedida aplaudiendo de pie
No sabemos cuánto tiempo más vamos a poder disfrutar de Marcelinho en la cancha. Puede que sea un año, dos… o quién sabe. Pero lo que sí sabemos es que cada segundo que siga jugando es una celebración del baloncesto en su forma más pura.
Y por eso, desde aquí, desde donde se siente el baloncesto con el corazón y no solo con las estadísticas, solo podemos hacer una cosa: aplaudir.
Aplaudir de pie.
Aplaudir aunque seas del equipo rival.
Aplaudir aunque te haya clavado 15 puntos y 9 asistencias contra tu club del alma.
Aplaudir porque lo que hace no es normal.
Porque es único.
Gracias, Marcelinho, por enseñarnos que el baloncesto no tiene edad.
Gracias por recordarnos que el talento no caduca.
Y, sobre todo, gracias por hacer que amar este deporte sea tan fácil cuando tú estás en la cancha. Porque, de alguna forma, todos queremos ser partícipes, aunque sea desde el sofá, de ver más capítulos de ‘la huerta de Marcelinho’. Próxima parada, playoffs.

